La era de la información ha cambiado la forma de relacionarnos, de comunicarnos, de vivir. Aunque sus beneficios han sido constatados y bien utilizada, supone una herramienta que facilita muchas de las acciones que se realizan al largo de hoy, a día de hoy estamos empezando a ser conscientes, de sus peligros y de que debemos ser cautos a la hora de utilizarla.
Durante el periodo de aislamiento, su utilidad ha sido más que contrastada al servirnos para mantenernos en contacto con nuestros familiares y seres queridos, así como en muchos casos, habilitándonos a continuar realizando nuestros compromisos laborales desde nuestro hogar.
A pesar de todo esto, al poner la lupa solo sobre sus aspectos positivos, se dejan de lado las consecuencias que esta puede estar teniendo en nuestras vidas. En los últimos, el adecuado uso de la tecnología ha tomado protagonista al convertirse cuando es mal usada en un instrumento que puede dar pie a fenómenos como el ciberbulling, el acoso en línea, y el aumento de la exposición virtual.
La tecnología de por si no es peligrosa, es su inadecuado utilizamiento, lo que la convierte en una herramienta de la cual hay que estar precavido.
La tecnología proporciona un acceso a la información prácticamente inmediato. Mientras que en el pasado había que esperar a que los periódicos o la radio comunicaran los sucesos al día siguiente, hoy en día se puede saber lo que ocurre en cualquier momento a cualquier hora, aunque eso no significa que todo lo que aparece en las redes sea verdad.
Con el avance de las tecnologías, se produjo de forma paralela una liberalización de la información, lo que puede provocar que las personas se encuentren sobreinformadas. Actualmente cualquier persona puede subir un contenido a la red y dar su opinión sobre cualquier tema, y aunque en muchos casos esta es verdadera, puede llegar a ser apócrifa.
Al hecho de que la información pueda ser falsa, hay que añadir el bombardeo informativo que se hace en los medios. Hoy en día cualquier cosa es noticia y en muchos casos se prioriza la rapidez a la hora de informar que el asegurarse de que esa información es verídica.
Es por eso que es necesario contrastar fuentes y asegurarse que la información es fidedigna ya que se puede sufrir de angustia, desesperanza, estrés y ansiedad ante información de la cual desconocemos su veracidad.
A esto hay que añadirle la dependencia que se está observando en muchas personas a las redes sociales. Las redes sociales se han convertido en un nicho más de comparación en el que las personas compiten por tener la mayor cantidad de likes y followers posibles.
Esto se ve reflejado en la necesidad que algunas personas tienen de publicar todo lo que hacen, hasta tal punto que, si no lo hacen, dichas experiencias no tienen valor. Estas se han convertido en un estímulo que afecta a la persona, al poder aumentar o disminuir la autoestima de la persona, hecho que se ve corroborado por la necesidad que tienen algunas personas de probar su estatus social, al comprar seguidores o editar publicaciones, para mostrar a los demás su relevancia en estas, muchas veces a personas que ni conocen personalmente.
Este hecho ha desencadenado que los más jóvenes sientan la necesidad de acceder a ellas lo más pronto posible, en algunos casos incluso saltándose las normas de uso que estas tienen.
Las nuevas generaciones, han pasado a entender las interacciones humanas a través de una pantalla, olvidándose de la importancia de que el roce y el cariño no se pueden suplir por una pantalla y para ello sienten a necesidad de estar permanentemente conectados a los dispositivos móviles, pudiendo desencadenar problemas psicológicos como nomofobia o FOMO.
La nomofobia, es referida a la obsesión de estas permanente conectados a través del móvil, de tal forma que cuando esto no sucede se pueden producir ansiedad, taquicardias y estrés.
La necesidad de estar constantemente utilizando el móvil también puede desencadenar insomnio y falta de higiene de sueño, causada por la utilización del dispositivo móvil a altas horas de la noche en la casa.
FOMO, es un término más reducido, aunque comparte similitudes; la traducción de las siglas en inglés se refiere al miedo a perderse algo. Al ser animales sociales, necesitamos de vivir en colectividad y el sentimiento de pertenencia siempre ha sido transcendental, la tecnología ha convertido a este miedo en un acompañante habitual.
Si bien es cierto que es un problema que se observa principalmente en los jóvenes, los adultos también pueden acuciar este tipo de problemas y han de ser conscientes de la gravedad de estos y de que hay que predicar con el ejemplo a las generaciones más noveles.
Somos nosotros lo que escogemos que publicar y que parte queremos mostrar, pero hay que ser conscientes que en muchos casos presentamos información que solo querríamos que conociera nuestro círculo más íntimo y la exponemos libremente sin ser conscientes de las consecuencias que conlleva el exponer nuestra vida a desconocidos.
Las redes sociales, bien utilizadas suponen una herramienta que nos abre el camino a conocer personas con las que podemos compartir aficiones, encontrar futuras oportunidades laborales y encontrar nuevos intereses, pero hemos de ser conscientes de la información puesta en estas en muchos casos esta disposición de usuarios y empresas que la pueden utilizar.
El avance tecnológico desarrollado a finales del siglo XX ha cambiado la sociedad alterando nuestra forma de vivir las cosas. Al igual que hechos como la imprenta o el descubrimiento de América, las nuevas tecnologías van a suponer un antes y un después en el ser humano.
Como sociedad, actualmente estamos viviendo el conflicto de la falta de adaptación a estas nuevas tecnologías y los problemas que van a aparecer en un horizonte no tan lejano, si no somos responsables con su uso.
Desde el CAIF te recordamos que estamos disponibles para acompañarte en tu proceso terapéutico en caso de que estés viviendo un caso similar.
Ángel del Tronco Fernández
Psicólogo CAIF UFV
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