“Mamá, el primo me ha hecho daño ahí”. Ante frases como estas, nos encontramos con distintos tipos de reacciones familiares.
Nadie suele prepararnos para escuchar que a nuestros hijos les han hecho daño. En algunas familias, las alertas se activan y se buscan recursos en todos los entornos que tienen en su mano: familia, tutores, equipos de orientación, red social, terapeutas especializados, entre otros. En estos casos, los niños y adolescentes se sienten atendidos y acompañados tras la agresión sufrida. Esta reacción tiene importantes beneficios para el afrontamiento y la superación del trauma sufrido.
Los niños agredidos, en muchas ocasiones, no entienden que sufren una agresión como tal, son muy pequeños. En ocasiones solo opinan que lo que les ha pasado no les gusta, les es desagradable, sin poder profundizar en el daño y en la sexualidad que hay en la situación vivida. Pueden sentir asco, dolor, … pero no están evolutivamente preparados para entenderlo como agresión y, aún menos, sexual.
Ante este escenario, si los menores sienten que se da poca importancia a lo vivido, se activan en ellos la vergüenza, la culpa y demás emociones que no saben manejar y que sienten que no tienen un espacio en su familia. “No es para tanto, no vuelvas a acercarte a él y ya está, olvídalo”. Las consecuencias del secreto o el silencio en las familias tienen graves consecuencias como la falta de entendimiento de lo ocurrido, sentimiento de indefensión, falta de seguridad, tendencia a la evitación, desconfianza en los vínculos afectivos, inadaptación, entre otras que de no ser intervenidas de manera integral y especializada pueden generar daños no solo en la niñez y en la adolescencia sino también en la etapa adulta. Es habitual encontrarnos, en procesos terapéuticos de adultos, relatos de agresiones no habladas en la infancia.
Si tu hijo te pide ayuda, no silencies, escucha… puede ser que desde la mirada adulta lo que te relata no te parezca grave, pero si para él lo es, para ti debe ser importante.
Ayudemos a nuestros hijos a sentirse acompañados.
Dra. Marta de Prado García
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