(A continuación, una parte del artículo de Espiritualidad cristina y psicología)
“Quien quiera curar realmente al hombre, ha de verlo
en su integridad y debe saber que su última curación solo
puede ser el amor de Dios”.
Benedicto XVI
No se dice una novedad cuando se afirma que los tiempos que vivimos son los más duros que registramos en nuestra memoria histórica como sociedad. El sufrimiento generado por la pandemia en este país está siendo cada vez más palpable.
Desde el ámbito sanitario, son muchos los psicólogos que acompañamos a personas que están viviendo con sufrimiento esta crisis, pero también son muchos sacerdotes, consagrados y directores espirituales los que atienden incansablemente en estas circunstancias.
¿Qué es la espiritualidad?
Según la OMS, la salud de la persona se define como: “estado de bienestar físico, psíquico y social”. Sin mencionar en ningún momento la dimensión espiritual, lo trascendente del ser humano, que ha de considerarse fundamental para el bienestar de la persona, en su unidad de cuerpo y alma. La persona es una unidad bio-psico-socio-espiritual, siendo la dimensión espiritual el elemento unificador.
Es específico de la persona humana el sentido religioso universal, siendo tan decisivo ya que, responde a las dos grandes cuestiones sobre el sentido de su vida: quién soy y a dónde voy.
Acompañamiento espiritual en COVID-19
La sociedad moderna tiende a suprimir la pregunta del sufrimiento a través de la evitación o la disminución de éste, eludiendo encontrarse con ella. Ante la crisis que vivimos por el COVID-19 es asombroso como la sociedad evita enfrentarse a la realidad vivida, con distracciones de todo tipo (programas, proyectos, pautas, plataformas gratuitas, redes sociales…). Para dar respuesta no se trata de favorecer y fomentar la famosa “resiliencia”. Y es que, solo en un verdadero encuentro como el que veníamos comentando con anterioridad puede consolar, dando sentido al sufrimiento.
Cuando lo humano entra en crisis, ante el dolor, desesperanza y sufrimiento, el acercamiento espiritual es sinónimo de descanso. Nos encontramos en un momento de gran vulnerabilidad, en el cual encontramos cerca la enfermedad y la muerte. Ante esta crisis, las preguntas espirituales y los símbolos religiosos se tornan de lo más esencial. El acercamiento a lo sagrado confluye en consuelo y esperanza. Por ello se torna tan importante el adecuado acompañamiento espiritual.
A nivel psicológico, la persona puede encontrarse ante un profundo sufrimiento, padeciendo además una disociación personal o incluso social, lo que genera que humanamente se replanteen cuestiones espirituales. Además del estrés que puede estar generando tanto a familiares como enfermos, y que puede derivarse en una lucha espiritual interna.
Ante la crisis del COVID-19, se destaca además la necesidad de acompañamiento psicológico y espiritual en el duelo, en la enfermedad y en la muerte. De esta manera, recobra especial importancia el acompañamiento en el camino de búsqueda de sentido de aquello que estas personas están viviendo.
Las necesidades espirituales en el duelo van desde el acompañamiento como dimensión social y el consuelo – más necesaria sin aún cabe en este momento-, hasta las específicas de los ritos religiosos de despedida; funeral, homenaje, entierro, misa de difunto…
En cuanto a los enfermos y aquellos que se enfrentan a la muerte, también desde la psicología, el acompañamiento ha de ir abierto a la trascendencia con el fin de preparar adecuadamente en esta etapa. Las necesidades espirituales de las personas en estos momentos pueden ser: la necesidad de encontrar sentido a la enfermedad y a la muerte, de soportar el peso de la enfermedad, de perdonar y ser perdonados, de entender y afrontar la muerte, de dar sentido a su vida, de estar cuidado y sentirse amado, entre otras. Ante todo, la persona tiene la necesidad de ser mirada con su dignidad y totalidad.
Pero, además, hay otra necesidad esencial, la de la gracia de Dios. A través de la unción de enfermos, la persona recibe la gracia del consuelo, la paz y el ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad, el perdón de los pecados y la preparación para el paso a la vida eterna (Catecismo).
No es posible entender a la persona sin su dimensión espiritual, cómo tampoco es posible acompañarla obviando la existencia de ésta. En los tiempos que corren, somos instrumentos en sus manos, pero sólo Él puede dar consuelo y sanar.
“¿Por qué tenéis miedo? ¿Aun no tenéis fe?”. Papa Francisco
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Mónica González Soriano
M-30328
Psicóloga sanitaria. Psicoterapeuta CAIF.
Experta en Matrimonio y Familia
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