¿Cuántas veces has querido comunicar algo, y sin darte cuenta haces daño a la otra persona? o ¿cuántas veces te has callado lo que sientes al pensar que no merece ser contado? Ambas situaciones son más comunes de lo que piensas, y son el origen de muchos conflictos en la pareja, el trabajo, la amistad o la familia. La asertividad, puede ser la solución que estás buscando.
Y, ¿qué es la asertividad? La asertividad es una forma de comunicación en la que se da el mismo valor a tu opinión y a la del otro. Es considerada como el punto medio entre la pasividad, donde das más valor a lo que opina el otro sobre tu opinión, y la agresividad, donde impones tu criterio infravalorando el de los demás. La definición en si parece muy utópica, pero… ¿cómo se pone en marcha? Bien, la comunicación es un arte que se puede entrenar, por lo que será suficiente con poner en práctica las siguientes pautas, para que poco a poco se vaya asentando como tu propio estilo de comunicación.
La base de la asertividad está en saber apreciar lo que sentimos o lo que opinamos, y ser conscientes del valor que tiene en la relación para el enriquecimiento mutuo. Una vez se le da ese valor, debemos escuchar, acoger y comprender la opinión y sentimientos de la otra persona, dándoles también el mismo valor.
Otro aspecto importante es el no usar generalidades como “todo/nada” “siempre/nunca” (“siempre llegas tarde”), ya que habitualmente no suelen ser verdad, y es una forma de acusar injustamente al otro. En este tipo de situaciones, lo recomendable no es fijarnos en las 7 veces que ha llegado tarde, sino en esas 3 en las que estuvo puntual (“estos tres días me hizo especial ilusión que llegaras a tiempo”). Es una forma de rescatar el valor de la persona más allá de sus errores.
Normalmente, tendemos a hablar desde el “tú” (“me has dejado sola sin que te haya importado”, “nunca me haces caso”, “se te ha olvidado este detalle”), dando un tono de reproche a la conversación, incrementando la tensión y el malestar. Sin embargo, la esencia de la asertividad reside en hablar desde el “yo”, es decir, desde las necesidades y sentimientos que quiero comunicar a la otra persona (“hubiera necesitado más compañía en este momento”, “me he sentido triste cuando no has contestado mi mensaje”).
Sin duda alguna, entrenar la asertividad es todo un reto. Desde el CAIF te podemos ayudar, para que en tus relaciones pueda surgir un encuentro verdadero que os permita crecer.
Teresa Lamana Selva
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