La era de la transformación digital ha cambiado la forma de trabajar, de vivir, e incluso las relaciones humanas. Debido al aislamiento por el coronavirus, los encuentros y reuniones con familiares y amigos han quedado en pausa, y la salud mental y emocional puede estar en peligro al haber tomado el miedo y la incertidumbre el protagonismo durante el confinamiento. Hemos sido biológica, cognitiva, psicológica y espiritualmente creados para amar y ser amados, y el confinamiento es una barrera que dificulta las interacciones sociales, inherentes al ser humano. Cuando estas necesidades no se satisfacen, corremos el riesgo de rompernos, desmoronarnos y enfermar.
El distanciamiento social no implica asilamiento, y el hecho de estar encerrados en casa no debe desembocar en hermetismo. Los seres humanos son animales sociales, necesitados de la interacción con otros individuos, siendo esto clave para un correcto desarrollo de la vida al sentirnos conectados en cuerpo y mente con otras personas.
La comunicación digital no es equivalente a la presencial debido a la falta de contacto físico y espontaneidad tan característico de las relaciones humanas; sin embargo, las limitaciones actuales que vive la sociedad han convertido la tecnología en una poderosa herramienta que, aunque mal utilizada puede ser peligrosa, es de gran ayuda para mantener el contacto con las personas que más queremos, e incluso recuperarlo con las que este se había perdido.
Desde su aparición, la comunicación digital se ha convertido en un recurso controvertido a causa de las limitaciones de privacidad que estas ofrecían en redes sociales. Además, como consecuencia del cambio cultural impuesto por los avances tecnológicos, existe riesgo de deterioro de la esencia de las relaciones humanas.
Las redes sociales han cambiado nuestra forma de relacionarnos creando la necesidad de exponer nuestra vida al resto del mundo a través de una pantalla. Estas promocionan una ley del embudo, en que la importancia de las relaciones sociales no se basa en la profundidad de la vinculación que tenemos con las personas de nuestro entorno, sino en la representación que estas muestran en internet.
El avance digital ha ido a pasos agigantados los últimos años, adoptando una velocidad de crucero a la cual la sociedad, generalmente, no ha sabido adaptarse. Los cambios realizados por la tecnología han promovido la búsqueda de pertenencia al grupo entre individuos a través de una pantalla. También se ha fomentado la búsqueda de un sentido de vida basado en la cantidad de personas que dan like o “me gusta” a una publicación, olvidándose en muchas ocasiones de la importancia y transcendencia de tener vínculos profundos con otros seres humanos. A pesar de los riesgos que ha supuesto la tecnología en las relaciones humanas, en la situación actual se han convertido en un dispositivo imprescindible para seguir en contacto con familiares y amigos. Su utilidad brilla excepcionalmente en el caso de personas que, por desgracia, debido a sus circunstancias, han de pasar el aislamiento en soledad. El hecho de poder mantener comunicación con otras personas les habilita a experimentar la sensación de “existir para alguien”, aunque solo sea a través de una pantalla.
El ser humano necesita amar y ser querido para lograr una vida plena y llena de sentido. Los cambios culturales que se han vivido desde el cambio de milenio suponen un riesgo para la propia naturaleza del ser humano. No cabe duda de la utilidad del contacto digital con otras personas, pero con la situación actual se corre el riego de olvidar lo capital que es el contacto, el roce, el cariño.
La humanidad no fue concebida para comunicarse a través de una pantalla, y quizá nunca lo esté. Corremos el riesgo como sociedad de movernos una dirección donde el intercambio de contenidos pierda su esencia, en el que solo sea importante la transmisión de información y no la esencia de esta. Vale más una imagen que mil palabras.
Sin embargo, debido a la fácil accesibilidad a la interacción causada por la comunicación digital, se puede caer en la necesidad de estar siempre disponible lo que puede llegar a ser contraproducente. Al estar siempre en casa, y tener más disponibilidad para contactar con las personas que forman parte de nuestra vida, se puede caer en el error de sentirse culpables al no interactuar con sus personas queridas cuando estas lo demandan, olvidándose de la importancia de reservar tiempo para uno mismo.
Debido a esto, es imprescindible mantener interacciones de cariño y empatía, especialmente ahora que vivimos aislados. Sin embargo, eso no implica que dependamos totalmente de las personas para tener conexiones especiales, siendo importante ejercitar la introspección y el autoconocimiento, el tener una conexión profunda con nuestro yo.
Para poder amar, previamente hay que amarse a uno mismo.
Ángel del Tronco Fernández
Psicólogo CAIF UFV
Comments