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Síndrome de la cabaña o miedo a salir a la calle

Después de pasar casi dos meses de confinamiento llega la progresiva desescalada, y con ella, la posibilidad de salir de casa. Ante la vuelta al mundo exterior podríamos suponer que sería una noticia que despertaría ilusión en todos, que nos lanzaríamos felices a la calle cuando el reloj marcase la hora, pero no está siendo siempre así. Tanto las características de la desescalada, las de la propia pandemia como las personales, hacen que esta vuelta a la normalidad suponga en cierta medida un reto u amenaza.

El miedo a salir a la calle se ha denominado síndrome de la cabaña. No se trata de una patología propiamente dicha, sino de un estado mental, emocional y anímico que se produce cuando se pasa un tiempo en reclusión forzosa que genera dificultades para volver al estado previo a la reclusión.

Primero quisiera decirte que este miedo es normal, responde no solo a un peligro real que es el coronavirus, sino también a una incertidumbre, una sensación de falta de control y una asociación del hogar como lugar seguro y zona de confort.

Hemos pasado casi 50 días de confinamiento total en casa, que no es poco, y en esta sucesión de días hemos pasado por muchas fases emocionales. Hemos comenzado por la negación ante la situación, hemos pasado por una fase de tristeza por las consecuencias que acarrea, y ahora llegamos a la fase de adaptación al post-confinamiento.

Nos habíamos adaptado a la reclusión, con mejor o peor destreza, y ahora toca desadaptarse y readaptarse a una nueva realidad, que tampoco es exactamente igual a la que dejamos. Los seres humanos somos capaces de amoldarnos a las circunstancias más inimaginables, pero también somos animales de costumbres. Hemos pasado de recluirnos en nuestras casas parando una vida frenética y llena de estímulos, a una vida pausada y confinada que jamás nos habíamos planteado. Hemos reorganizado nuestros horarios, nuestras casas, nuestro trabajo, nuestro estudio… Hemos creado nuevos hábitos como buenamente podíamos para manteneros lo más serenos posibles dentro de esta crisis mundial. ¿Y ahora que empezaba adaptarme a ver las mismas caras cada día y moverme entre las mismas paredes, a estar a gusto en esta vida pausada, tenemos que reajustarnos? En efecto.

¿Cómo lo vamos a hacer? Poco a poco. La primera estrategia que te propongo para hacerle frente de nuevo a la vida exterior es que no tengas prisa. Cada uno tenemos nuestros ritmos y nuestros tiempos. No todos hemos vivido esta situación de la misma manera, y es normal que unas personas necesiten más tiempo y otras menos. Por tanto, quiero darte un mensaje tranquilizador: si no quieres salir, si te da miedo, si estás bien en casa, es normal.

En cambio, si este miedo y esta falta de ganas por salir te crea angustia y ansiedad en sí misma, estás alimentando al propio miedo. El miedo y la ansiedad se alimentan por sí solos, cuanto más asuste la ansiedad, más ansiedad sentiré, y más miedo me dará sentirla, y así sucesivamente, hasta que se siente miedo al miedo. Por ello, conviene vivir el miedo o la falta de ganas de salir con naturalidad, no con culpabilidad o exigencia como algo que no debiese estar sintiendo. Esta reacción forma parte del conjunto de emociones que has sentido durante el confinamiento, y como tal, hay que identificarla, reconocerla y aceptarla. Valida el miedo como lo que es, un sentimiento, una reacción natural ante una amenaza o peligro que sirve para avisarnos de que hay que protegerse. Ahora ha llegado el momento de protegerse del peligro, pero no de huir o escapar, por eso te animo a tomar el control.

Dentro de nuestras casas nos hemos acostumbrado a tener casi todo bajo control, sin muchas interferencias externas que pusieran en riesgo nuestras rutinas. Por ello, ahora que podemos salir a la calle percibimos el mundo como un lugar hostil lleno de variables que no podemos controlar. Como es cierto que no podemos controlar muchas cosas de las que ocurren o nos ocurren fuera de casa, y eso puede producir miedo o rechazo, te animo a que para salir de casa, gestiones y controles aquello que sí está en tu mano. Es bueno que cumples las medidas de seguridad que dicta el gobierno (uso de guantes y mascarilla, distancia de seguridad, horarios…), de está manera se reducen las incertidumbres a las que percibes que te ves expuesto.

Por otra parte, te animo a que mantengas la rutina que habías establecido en la cuarentena. Esas actividades de ocio que hacías durante el día, han formado parte de tu autocuidado emocional, y como tal no pueden desaparecer de pronto. No han sido solo una forma de distracción, si no una manera de reforzarnos a nosotros mismos con pequeños momentos de disfrute y mantener una estructura en el día. Mantén algunas de esas actividades y crea otras nuevas con las salidas a la calle. Por ejemplo, si hacías ejercicio en casa con tu hermano, propón hacer ejercicio en la calle con él, o si todos los días hablabas por teléfono con algún amigo, continúa con ello quizás mientras das un paseo. Así podremos adaptar la seguridad y confort que nos da el interior a el exterior.

Otras formas de percibir seguridad y animarse a salir a la calle es hacerlo con salidas paulatinas, e ir acompañado. Puedes empezar por salir al portal de tu casa, ir a tirar la basura, ir al supermercado más cercano, dar la vuelta a la manzana… y así poco a poco ir abriendo el radio de tú paseo, y comprobar lo bien que sienta volver a sentir el aire al caminar y ver personas distintas a tu alrededor. Si te acompaña alguien de tu hogar sentirás mayor protección ante la nueva realidad del exterior y recurrir a ella si sientes algún tipo de malestar o estrés debido a la situación.

Para terminar, me gustaría decirte que, aunque veas que el mundo ha cambiado, aunque las personas estén separadas y no nos podamos abrazar, poco a poco nos acostumbraremos y volveremos a vivir una realidad en la que seguro tenemos mucho que aprender, mucho que ofrecer y mucho que descubrir.


Clara Alonso Botella Psicóloga CAIF UFV

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